“El desarrollo del lenguaje, empieza cuando
los adultos y los infantes se miran mutuamente y se sonríen”
en el habla del niño?
La doctora Rebecca Novick (Laboratorio Regional del Noreste del estado de Washington) en su reporte Aprendiendo a Leer y Escribir: Un Lugar Para Empezar, asegura que ha reunido una gran variedad de investigaciones para intentar ofrecer respuestas sobre cómo se adquiere el lenguaje, empezando con los primeros inicios de la vida. (The Hispanic News, 2001).
En su reporte Novick asegura que "Los video tapes hechos por investigadores escoceses, revelan que los infantes de dos meses ya tienen su forma rudimentaria de hacer sus 'pláticas' con sus propias madres”. En estos videos se muestra a una madre hablando a su bebé y el niño responde con ruidos o mueve sus manitas. La madre tratando de imitar los sonidos del niño, le sonríe y el niño también le sonríe.
Los investigadores creen que la facultad de utilizar y comprender las palabras parte de una interacción entre el infante y su interacción con sus padres.
Estas investigaciones llamadas colectivamente por Bruner (1983) sistema de apoyo de la adquisición del lenguaje (SAADL siglas en español), incluyen cosas como aprender a establecer contacto visual, dirigir la atención por medio de movimientos oculares y gestos, e intervenir en el momento oportuno.
Saber cuando intervenir es básico para la conversación adulta, cuando tenemos conversaciones, esperamos las señales que nos informan que es nuestro turno y las trasmitimos a otros (G.R. Lefrancios). Es sorprendente que los niños parecen tener una conciencia relativamente aguda de las señales para intervenir en la conversación a edades muy tempranas. En una investigación Mayer y Tronick (1985) descubrieron que con solo dos meses de edad, los niños y sus madres, ya pueden tomar turnos. Filmaron a 10 madres y sus hijos en interacción cara a cara, cuando tenían dos, tres y cinco meses de edad. Los análisis de las filmaciones revelaron que, no solo los niños raras veces vocalizaban (aparte de vocalizaciones involuntarias confusas) mientras sus madres hablaban, sino que al parecer, éstos comprendían que debían callar cuando su madre estaban hablando, y esperaban su turno para contestar.
Los investigadores creen que la facultad de utilizar y comprender las palabras parte de una interacción entre el infante y su interacción con sus padres.
Estas investigaciones llamadas colectivamente por Bruner (1983) sistema de apoyo de la adquisición del lenguaje (SAADL siglas en español), incluyen cosas como aprender a establecer contacto visual, dirigir la atención por medio de movimientos oculares y gestos, e intervenir en el momento oportuno.
Saber cuando intervenir es básico para la conversación adulta, cuando tenemos conversaciones, esperamos las señales que nos informan que es nuestro turno y las trasmitimos a otros (G.R. Lefrancios). Es sorprendente que los niños parecen tener una conciencia relativamente aguda de las señales para intervenir en la conversación a edades muy tempranas. En una investigación Mayer y Tronick (1985) descubrieron que con solo dos meses de edad, los niños y sus madres, ya pueden tomar turnos. Filmaron a 10 madres y sus hijos en interacción cara a cara, cuando tenían dos, tres y cinco meses de edad. Los análisis de las filmaciones revelaron que, no solo los niños raras veces vocalizaban (aparte de vocalizaciones involuntarias confusas) mientras sus madres hablaban, sino que al parecer, éstos comprendían que debían callar cuando su madre estaban hablando, y esperaban su turno para contestar.
Los bebés respondieron no solo a los movimientos de la cabeza y las manos, sino también a los cambios de la entonación y a los finales de cada frase; los niños se sonríen en la pausa que hacia la madre al hablar, y las madres a propósito daban un espacio de tiempo para permitir la intervención de los niños quienes respondían con gorjeos y arrullos. Mientras más señales enviaban las madres para dar el turno del bebé, mayor era la respuesta.
Aún antes de que el niño empiece a utilizar palabras, éstos suelen utilizar un repertorio de gestos de gran significado para ellos y quienes los cuidan. Según Bretharton (1991) el gesto más común que utilizan los niños es la mirada, y la usan para señalar lo que ellos quieren con el fin de dirigir la atención de los demás (G.R. Lefrancois, 2000). Cuando el bebé no logra la atención del adulto hacia al objeto o el sitio que él desea, entonces se vale de ruidos y gestos para lograrlo.
Dado el importante papel que representan los padres, en la adquisición del lenguaje de sus hijos, ha sido motivo de estudio la forma en que padres y madres hablan a su bebé; por lo general y de manera inconsciente, los padres hablan a su niño de manera diferente de la que utilizan para comunicarse entre adultos; esta forma marcada, pausada y muy emotiva, según han observado los especialistas favorece la interacción con su hijo y facilita el aprendizaje de la lengua materna.
De estas observaciones se definió el término “maternalés”, utilizado en la década de los 70s. y que representa el lenguaje utilizado para dirigirse a los niños. No solamente la madre utiliza este tipo de lenguaje, sino también los padres lo hacen, por lo que sería más conveniente llamarlo “paternalés”. Sin embargo “maternales” y “paternales” son diferentes pues los padres suelen ser más intensos y exigentes en su comunicación con el hijo, formulan más preguntas y utilizan un vocabulario más amplio, cuando la madre suele ser más emotiva y tiende a utilizar diminutivos.
Ahora bien, no solamente el padre y la madre utilizan este lenguaje, sino también las personas que cuidan al bebé y entre niños de mayor edad, cuando se dirigen a los niños más pequeños.
Las diferencias culturales están presentes cuando se estudia el lenguaje que se utiliza con los niños en edades tempranas, y se ha observado que si existen variantes en este tipo de habla, dependiendo principalmente, de a quiénes asigna cada cultura el cuidado de los niños pequeños.
Como ejemplo tenemos el maternalés utilizado por culturas occidentales, en especial la anglo-americana y latinoamericana, quienes simplifican la estructura gramatical y utilizan mucho los diminutivos y los aumentativos; por otro lado en Samoa occidental estas características no se presentan, principalmente porque no son los padres quienes cuidan a sus hijos pequeños, sino que confieren este cuidado a otros niños mayores (D. Crystal, 1994).
Como una conclusión, podemos añadir que para la adquisición del lenguaje es determinante la interacción con los padres y con otras personas, como lo es también la carga genética de la especie en combinación con el medio social, el desarrollo cognitivo adecuado y un ambiente estimulante y demandante.
Aún antes de que el niño empiece a utilizar palabras, éstos suelen utilizar un repertorio de gestos de gran significado para ellos y quienes los cuidan. Según Bretharton (1991) el gesto más común que utilizan los niños es la mirada, y la usan para señalar lo que ellos quieren con el fin de dirigir la atención de los demás (G.R. Lefrancois, 2000). Cuando el bebé no logra la atención del adulto hacia al objeto o el sitio que él desea, entonces se vale de ruidos y gestos para lograrlo.
Dado el importante papel que representan los padres, en la adquisición del lenguaje de sus hijos, ha sido motivo de estudio la forma en que padres y madres hablan a su bebé; por lo general y de manera inconsciente, los padres hablan a su niño de manera diferente de la que utilizan para comunicarse entre adultos; esta forma marcada, pausada y muy emotiva, según han observado los especialistas favorece la interacción con su hijo y facilita el aprendizaje de la lengua materna.
De estas observaciones se definió el término “maternalés”, utilizado en la década de los 70s. y que representa el lenguaje utilizado para dirigirse a los niños. No solamente la madre utiliza este tipo de lenguaje, sino también los padres lo hacen, por lo que sería más conveniente llamarlo “paternalés”. Sin embargo “maternales” y “paternales” son diferentes pues los padres suelen ser más intensos y exigentes en su comunicación con el hijo, formulan más preguntas y utilizan un vocabulario más amplio, cuando la madre suele ser más emotiva y tiende a utilizar diminutivos.
Ahora bien, no solamente el padre y la madre utilizan este lenguaje, sino también las personas que cuidan al bebé y entre niños de mayor edad, cuando se dirigen a los niños más pequeños.
Las diferencias culturales están presentes cuando se estudia el lenguaje que se utiliza con los niños en edades tempranas, y se ha observado que si existen variantes en este tipo de habla, dependiendo principalmente, de a quiénes asigna cada cultura el cuidado de los niños pequeños.
Como ejemplo tenemos el maternalés utilizado por culturas occidentales, en especial la anglo-americana y latinoamericana, quienes simplifican la estructura gramatical y utilizan mucho los diminutivos y los aumentativos; por otro lado en Samoa occidental estas características no se presentan, principalmente porque no son los padres quienes cuidan a sus hijos pequeños, sino que confieren este cuidado a otros niños mayores (D. Crystal, 1994).
Como una conclusión, podemos añadir que para la adquisición del lenguaje es determinante la interacción con los padres y con otras personas, como lo es también la carga genética de la especie en combinación con el medio social, el desarrollo cognitivo adecuado y un ambiente estimulante y demandante.
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