El juego es una actividad presente entre los mamíferos incluyendo a los seres humanos. Los etólogos lo han identificado con un posible patrón fijo de comportamiento en la ontogénesis humana, que se ha consolidado a lo largo de la evolución de la especie (filogénesis).
Su universalidad es el mejor indicativo de la función primordial que debe cumplir a lo largo del ciclo vital de cada individuo. Habitualmente se le asocia con la infancia, pero lo cierto es que se manifiesta a lo largo de toda la vida del hombre, incluso hasta en la ancianidad.
En la etapa infantil y durante todo el proceso del desarrollo de los niños, el juego guarda un importante significado.
Su universalidad es el mejor indicativo de la función primordial que debe cumplir a lo largo del ciclo vital de cada individuo. Habitualmente se le asocia con la infancia, pero lo cierto es que se manifiesta a lo largo de toda la vida del hombre, incluso hasta en la ancianidad.
En la etapa infantil y durante todo el proceso del desarrollo de los niños, el juego guarda un importante significado.
“El juego se halla en la base de
la cultura”, afirma Huizinga, frase muy
profunda que proporciona un punto de partida para estudiar a la especie humana,
lo que se podría hacer perfectamente
siguiendo la forma en que ha jugado el
hombre desde siempre y como juega hoy en
la era de la información, en medio de computadores y videojuegos, la que, de
paso, podemos decir, no es la mejor opción de espacio lúdico para el
desarrollo.
Existen diferencias culturales y sociales en la conducta de juego, a pesar del hecho de que el juego parece ser universal en todas las culturas.
Existen diferencias culturales y sociales en la conducta de juego, a pesar del hecho de que el juego parece ser universal en todas las culturas.
Por ejemplo en las sociedades en las que los niños deben asumir responsabilidades laborales siendo todavía muy pequeños, se da menos el juego infantil, observación que también es cierta a menudo en los niños que tienen desventajas económicas y sociales.
Los niños aprenden mucho de sus primeras conductas de juego por medio de la interacción con las principales personas que cuidan de ellos. Por consiguiente se puede esperar que entre la gente pobre, muchas madres estarán preocupadas u ocupadas y dedicarán menos tiempo a interactuar con sus hijos. Powman, refiere que esta expectativa ha sido corroborada por el hallazgo de que el juego de los niños pobres es algunas veces menos complejo e implica un uso menos adelantado del lenguaje.
Sigmund Freud decía muy acertadamente: “Un niño juega no solo para repetir situaciones placenteras, sino también para elaborar las que le resultaron dolorosas o traumáticas”. La ludoterapia es un elemento bien importante para muchos tratamientos, y, en ese sentido, en la medida en que el juego permite aflorar una gran cantidad de situaciones que angustian a los niños, va a servir muchísimo como terapia.
Sigmund Freud decía muy acertadamente: “Un niño juega no solo para repetir situaciones placenteras, sino también para elaborar las que le resultaron dolorosas o traumáticas”. La ludoterapia es un elemento bien importante para muchos tratamientos, y, en ese sentido, en la medida en que el juego permite aflorar una gran cantidad de situaciones que angustian a los niños, va a servir muchísimo como terapia.
Farver y Howes analizaron cintas de video de interacciones entre la madre y el preescolar en los Estados Unidos y México, considerando específicamente los casos de juego simulado y social. Concluyeron que existen diferencias culturales importantes en el juego de los preescolares entre estas dos culturas: “En el entorno Estadounidense – escriben- la actividad de juego se valora por sus beneficios educacionales” En consecuencia las madres pasan más tiempo organizando actividades de juego y proporcionando objetos e ideas. En cambio el juego entre madres e hijos es menos común en la comunidad mexicana. Por ello cuando se les pidió a las madres mexicanas que jugaran con sus hijos, fue más frecuente que llevaran a cabo actividades de trabajo compartido en el juego de simulación, más centrado en el niño, que favorecían las madres estadounidenses.
El hecho de que la actividad de juego sea diferente entre estas culturas no significa que una sea mejor que otra para el desarrollo de los niños. Cuando Ferver analizó los diálogos utilizados durante el juego por los preescolares estadounidenses y mexicanos, no halló diferencias importantes. Ambos empleaban el diálogo para compartir significados, ya sea reales o ficticios y ambos jugaban de forma colaborativa, siguiendo los lineamientos del cuento, cooperando y practicando actividades sociales.
En Venezuela, a pesar de las diferencias culturales, la conducta en los juegos infantiles entre padres e hijos es similar a la mejicana. Hay un fuerte tinte machista promovido (aunque ha disminuìdo)por las madres y reforzado por los padres. Las niñas acompañan a sus madres a la cocina, mientras estas ejercen su rol de mujer de casa, las niñas encantadas participan de la labor y son condicionadas desde pequeñas a que ese es su estado natural, ese lugar les pertenece por Ley de vida. Los varones son convidados a lavar el carro con papà y ensuciar sus manos y ropas con los "divertidos" implementos automovilìsticos. Entiendo que la sociedad mejicana es bastante machista tambièn, de allì mi comentario. Una verdadera delicia leer el blog acompañada de mùsica tan hermosa. Saludos con mucho cariño desde Caracas-Vzla
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